7/5/14

Etiquetas... lo importante son las etiquetas!

Porque cualquiera que se haya pasado por una tienda, en rebajas o no, habrá podido darse cuenta de que lo que importa realmente es que haya etiquetas sobre el producto. Cuantas más, mejor.

Si vas a comprarte una camisa, esperas que tenga, al menos un par de etiquetas. Digamos una con el precio, y otra con la talla. Si hay una tercera, a poder ser con el precio en una divisa extranjera y remota o con una talla en un sistema que nadie sepa explicar, mejor!!

Cuando llegan las rebajas, entonces lo mínimo que debe exigirse son 6 etiquetas y de lo contrario, se pasa al producto siguiente. Porque éste, el que nos gusta, no tiene las suficientes etiquetas. Seguro que lo rebajan más. O seguro que tiene algo que no está como debe. Eso sí, si tenemos la fortuna de caer sobre cualquier cosa que tenga más de un "pack" de etiquetas, hay que comprarlo inmediatamente. Digamos... 6 etiquetas, en el mismo imperdible (esto ya debe ser lo más... UN IMPERDIBLE en vez del plasticucho ese que jamás conseguiremos romper con los dientes para poder lucir la nueva adquisición de inmediato) fijadas en el cuello de la camisa, y puede que otras 6 a poder ser con precios, tallas y divisas totalmente distintas en la manga de la misma camisa... Entonces, hay que consumir inmediatamente. Como si nos fuera la vida en ello. No importa que con tu operación de tobillo, tus 110 kg y tu 209cm de altura jamás vayas a usar ese horroroso tutú de colores fluorescentes con flecos desgarrados de talla XXXS.

Porque te llevas debajo del brazo algo con muchas, muchísimas etiquetas. Y seguro que está rebajado. Dos veces!!!  Así que con tu sonrisa bobalicona y tu tarjeta de crédito te diriges pánfilamente a la caja, y te vuelves a casa con una satisfacción... de gilipollas.

Sí, sí. Como lo has leído. Te he llamado gilipollas. Asúmelo, y supéralo. Nos pasa a todos...

El problema, es que esto se extiende a muchos más ámbitos de nuestra vida de los que creemos. Y nos dejamos llevar, y nos dejamos llevar... y cuando alguien se mete en movidas de activismo, no debe, no puede dejarse llevar por estas costumbres.

Porque cuando te metes en movidas de activismo, tienes que tener claro cuales son tus objetivos y cuales son tus medios. Y las etiquetas, son un medio de nombrar. Nada más. Nada menos. Puedes nombrar situaciones, realidades, emociones, vivencias, experiencias... Puedes nombrar muchas cosas, pero no dejan de ser un medio. Hay que asegurarse, a la hora de nombrar, de saber qué se está nombrando. Porque cuando se nombra un objeto tangible, algo material todo es más fácil. Pero cuando se nombran situaciones o realidades vividas o percibidas por las personas no hay que perder de vista que las situaciones y las realidades vividas varían. Y por lo tanto, con el paso de los años los términos que nombraban dichas realidades, evolucionarán. Sus definiciones cambiarán a medida que lo hagan las vivencias. Las vivencias cambiarán a medida que cambien las sociedades, y con un poco de suerte y mucho -muchísimo- trabajo, las sociedades cambiarán EN PARTE gracias a sus activistas.

No se puede utilizar la misma definición para una realidad del siglo XXI que para esa misma realidad hace 600 años. La clave de todo esto está en "la misma definición".
Por ejemplo, hoy en día el concepto de "salud" no es el mismo que hace un par de milenios en el que era algo así como "puedes cumplir con tus obligaciones, luego estás sano" ( a pesar de los esfuerzos de algunos gobiernos). Sin embargo, el término en sí, se mantiene. No se han utilizado 20372 términos con oscuras diferencias académicas para nombrar un mismo concepto. No cuando se habla en general. No cuando la información debe llegar al público.

Para ser claro, estoy hasta l** ****** de ciertas actitudes que se repiten cada vez más en grupos de "activismo". O mejor dicho grupos de "actilist@s".

Antes que nada, parece necesario recordar que está bien basar su motivación en sus vivencias personales. Aprender de las experiencias pasadas, sobre todo de las negativas, es imprescindible para evolucionar. Si además añadimos cierta motivación por cambiar las cosas, y capacidad de análisis, entonces sólo puedo decir: será un placer ser activista a tu lado, y aprender de ti. PERO, si no eres capaz de superar esa fase / momento / cabreo / burnout de "odio a esta panda de ******** que me han hecho sentir así de mal" y pretendes simplemente buscar un espacio en el que te sientas en seguridad, y medianamente alejad@ de los factores o las personas que te causan ese estrés... tu lugar no está todavía en el activismo. Es completamente legítimo que no te apetezca, siquiera, guardar la compostura ante ciertas actitudes; mucho menos querer educar ni razonar con nadie. Nos pasa -con mayor o menor frecuencia- todas y cada una de las personas que hemos estado o estamos en un activismo de cualquier tipo. Lo que no sólo es injustificable sino también inaceptable, es que deliberadamente te dediques a atacar con afán destructivo a todo bicho viviente que te recuerde esos momentos duros.

No es aceptable para nadie que pretenda llamarse activista encerrarse en un grupúsculo pseudo-elitista, donde el único objetivo real es mostrar al mundo (léase: a ese mundo que nos ha hecho sentir mal) cuan superiores moral e intelectualmente somos, porque conocemos libros que nadie más conoce y utilizamos palabras que no llegan a la gente, pero que suenan muy bien.

Podrías, si pretendes ser activista, y deberías reunirte en grupos -con quienes te de la puta gana. Leer más de lo que lee la mayoría de la gente no está mal, ni mucho menos. Conocer los términos y sus definiciones más complejas, a la larga te resultará imprescindible.

Pero si para ello sacrificas la accesibilidad (me dijeron una vez: si no puedes explicarlo para que la otra persona lo entienda, no sirve de nada que lo sepas. En este caso, no puede ser más cierto). Si renuncias a ser flexible en las formas en aras de la claridad del concepto de fondo; no eres activista.

Decía al principio del post, que las sociedades cambian en parte gracias a l@s activistas. Y esto es algo que la gente con afán de superioridad moral e intelectual, con afán de protagonismo; olvida. Esta gente, muy lista, muy leída, y muy superior parece saber todo de cualquier cosa. Al parecer no saben nada de un dicho popular durante la época del absolutismo ilustrado: "Todo por el pueblo, pero sin el pueblo". Esto refleja claramente a lo que me refiero cuando hablo de "actilistas".

No se trata de que en todo momento cualquiera tenga -ni siquiera- derecho a opinar o a decidir. Idealmente las personas que comparten vivencias y problemas similares son quienes deben reunirse, definir sus propios términos, identificar sus problemas y diseñar un curso de acción. La intervención exterior, en estos primeros momentos debería ser mínima y siempre por petición de las personas interesadas. Establecer un grupo implica, forzosamente, excluir gente del mismo. Estamos de acuerdo, además, en que resultan pocas las veces en que esto se lleva a cabo en condiciones ideales y que los grupos evolucionan a medida que lo hacen sus componentes tanto internos como externos. No se trata de un pasen, vean y opinen.

Se trata de lo absurdo que resulta denominarse activista sin interactuar con el entorno. El activismo no se trata de cambiar el mundo a pesar del mundo. Se trata de educar y de poner en marcha mecanismos (si rizamos el rizo, y puestos a pedir, mecanismos que se retroalimenten) para que el mundo, pueda, quiera y sepa como cambiar. Y cuando hablamos del mundo, hablamos de la gente. De la gente de a pié. De la gente del barrio, de nuestros barrios, trabajos, familiares... Los que nos caen bien y los que nos caen mal (generalmente, además, tendremos que invertir más esfuerzo para la gente que peor nos cae... tócate los pies)

Se trata de intentar mantener un rumbo hacia un objetivo. De esforzarse por cambiar las formas que deben ser cambiadas y de reinterpretar colectivamente las formas que pueden ser reinterpretadas. No se le puede exigir a una abuela de ochenta y muchos años que vaya más allá de hablar de "tu amigo". Aunque no sea mi amigo, sino mi pareja. Aunque tanto ella como yo lo sepamos. Aunque me pregunte por él cada vez que hablamos y le mande besos y recuerdos. El objetivo; el respeto y la aceptación, debe primar sobre las formas: no me parece tan importante que utilice la palabra "novio"; cuando bien se cuida de que no le falte su cubierto a mi lado en la cena de fin de año.

Se trata de prestar atención al detalle, al símbolo y a la lectura de los mismos. No se puede hablar a la ligera de las generalidades. Que una abuela acepte "un amigo" puede ser considerado un triunfo. Que un gobierno diga que un contrato civil debe llevar otro nombre porque "no es lo mismo" es una afrenta: simbolizaría que el estado, que todos nosotros -como pueblo- aceptamos que las diferencias pesan más que las similitudes sobre todo en un asunto tan íntimo y de impacto tan amplio y a la vez tan reducido de la vida de sus ciudadanos. Que te denomines Queer y transfeminista y te pases el día "con los genitales en la boca", es una afrenta... no sólo  al discurso Queer, sino a la inteligencia.

Se trata también, de guardar gran capacidad de análisis - incluyendo el auto análisis; tan en crisis en nuestra cultura como nuestra economía, y con mucho peor pronóstico- y ser capaz de cuestionarse hasta los conceptos que se consideran más obvios cuando se presenta un argumento razonable. No se puede ser activista cuando se sueltan perlas tales como "No se puede ser hombre y feminista" negando la mayor; cuando realmente se está hablando de "simple machismo" -casi nada-. Porque si eres capaz de detectar que términos como "feminista" adquieren ciertas connotaciones, según el círculo en el que te muevas, pero no te paras jamás a analizar el por qué .- sino que te conformas con la respuesta estandar "cosas del heteropatriarcado" jamás entenderás por qué hay tantas mujeres jóvenes que se definen orgullosas como "No, si yo feminista no soy, ni nada de eso. Pero aquí somos todos iguales, y tenemos que tener los mismos derechos, y vaya que como alguien diga o haga lo contrario, que no me entere yo, porque se la lío, vamos. Que eso no se queda así. Que pa eso nos hemos pasao años peleando, y nuestras madres y algunos hombres -como mi padre- y lo mal que lo pasó mi abuela y su gente para que ahora no vengamos con gilipolleces que si soy mujer y tengo más o menos derechos... Ni mujé, ni hombre, ni de aquí ni de fuera ni coño... Pa tontería estamos, vamos! Yo defiendo mis derechos y los de todo el mundo, que cuando las cosas no son justas, no son justas. Pero feminista, yo?!? que va, hombre!" (discurso por cortesía de una amiga)

Piénsatelo antes de meterte en el activismo, porque ser activista no es sólo pensar mucho y leer "cosas raras". No vale con que te reunas con tu pandillita super mega exclusiva happy guay y habléis de lo atrasados que están los demás y de lo mucho que te gustó ese libro de título inacabable y autora inmemorable. No vale con que te creas superior. Eso es ir de actilista por la vida.

Lo único que vale es cómo llegas a la gente. Y qué les haces llegar. A esa gente que no tiene ni tiempo, ni ganas muchas veces, ni fuerzas -la mayoría de las veces- para pararse a pensar por qué las cosas están como están; ni cómo se pueden cambiar.

Cuando el activismo pierde la calle, pierde el rumbo.

24/1/14

Las putas circunstancias...

Hace unos días regresé de mi tierra. Un  largo y merecido paréntesis en la rutina diaria, que me ha servido para reencontrarme con mi gente de toda la vida; y para conocer a gente nueva que ya cuenta con mi aprecio. Por supuesto, toda moneda tiene dos caras, y sentir en los que te rodean los efectos de la mal llamada crisis escuece más que cuando simplemente uno está informado de una situación general a la que no se le acaban de poner nombres.

Estudios inacabados gracias a reformas absurdas del sistema de amaestramiento (lo siento, llegados a este punto me niego a llamar a "eso" sistema educativo); condiciones de mierda en trabajos que no llegan ni a precarios en sus mejores días -sumadas a la cantinela recurrente del "y por lo menos tengo trabajo, no me puedo quejar"-; y paro de larga duración y pocas o nulas perspectivas de futuro para una buena parte de mi gente, no pueden joderme el placer de su compañía, pero sí dejarme un regustillo amargo y unas crecientes ganas de destripar políticos y hacerme un traje con sus tripas, cual Lady Gaga -eso sí, con los hermanos de Brutal Slaughter tocando de fondo. 

En medio de este contexto de me-río-por-no-llorar y quien-me-deja-una-escopeta-cargada-y-veinte-minutos-a-solas-en-un-pleno-del-congreso; surgió una frase que no pudo sino sorprenderme. 

"Como siga la cosa así, al final me voy a meter a puta" 

No sabía si reír o llorar; así que opté por reír. No por la frase, y supondréis que mucho menos porque tenga prejuicios sobre el oficio; sino por quien lo dijo y por la simpleza del argumento que respaldaba tal afirmación. Y lo peor de los argumentos simples, es lo difíciles que resultan de rebatir.


Os pongo en situación:

N. es una amiga, de la pandilla, que entre otras muchas se define como feminista. Y "por supuesto" como abolicionista... o al menos se definía como tal hasta nuestra anterior conversación -debate (debo decir que muy animado!) sobre la prostitución. Hubo argumentos de toda clase, entre los cuales no faltaron los ya consabidos argumentos de tipo moral -no está bien, atenta a la dignidad de la mujer- las generalizaciones -ninguna mujer puede decidir libremente ejercer, ninguna mujer que se dedica a ello tiene otras opciones- y los de tipo feministas-del-mundo-vayamos-a-cortar-pollas -la prostitución es en sí misma sometimiento de la mujer hacia el hombre, todas son víctimas de trata- 


De ahí mi gran sorpresa cuando escuché esas palabras de su boca: "Como siga la cosa así, al final me voy a meter a puta". Es sorprendente como la vida nos pone ante situaciones que nos hacen plantearnos las cosas de forma diferente. Resulta que después de meses de enviar CV de forma infructuosa, de buscar sin encontrar, de tirar de ahorros y trabajillos a diestro y siniestro, la cruel realidad se impone: vivimos en una sociedad en la que necesitamos dinero para -casi- todo.


Llegados a este punto, y estando ambos de acuerdo sobre el triste hecho de que necesitamos dinero para movernos en esta sociedad; el argumento más sencillo parecía ser el "no me queda otra". Argumento con el que no podría estar más en desacuerdo, y que además refueza en gran medida el prejuicio victimizador que existe sobre la prostitución (todas víctimas, pobrecitas, no les queda otra, y tampoco es tengan capacidad de elegir). Sacado directamente del discurso abolicionista del "sistema prostituidor", se utiliza única y exclusivamente para hacernos la puñeta. Dicho discurso  parte de la base de que existe todo un sistema heteropatriarcal y machista destinado a someter a la mujer (hasta ahí, todo bien, todos de acuerdo). La mujer, puesta en una inevitable situación de inferioridad no tiene más salida que -retomo los mismos términos del discurso- "vender su cuerpo" para satisfacer los deseos de los hombres (ya sabéis, esa plaga maligna que encarna todo lo nocivo de este y otros mundos en los discursos abolicionistas). Así pues, dado que se trata de todo un sistema organizado para tal fin -sistema prostituidor-, a la mujer "no le queda otra". ¿Podría parecer lógico, verdad? Y aún peor, a grandes rasgos, es casi cierto. Una lástima que no sea un discurso que se utilice para cambiar el sistema en sí, sino para tratar de victimizar e invisibilizar el trabajo sexual y a quienes lo ejercemos (ya hablaremos del "techo de cristal", y de machismo institucional en otro post, porque si no, no acabo este)

Podría... pero si separamos la prostitución de la trata -cosa que no me canso de repetir: no son lo mismo, y nunca lo serán- podemos centrarnos en un detalle que tienen tendencia a pasar desapercibido.

Y es que el argumento del "no le queda otra" es una forma rápida de quitar de un plumazo, todo poder de decisión de la persona. Ea, ya está, las circunstancias me obligan; no hay nada que hacer, no me queda otra, es el destino, los hados, la fatalidad... Así pues, con esto se consigue convertir automáticamente a alguien en víctima, sin culpabilizarla demasiado para que no se rebele. Porque admitamoslo, para mucha gente eres menos mala si eres puta porque "no te queda otra" que porque "estoy hasta el coño de trabajar 18 horas diarias para ganar una mierda". Repito una vez más, que una vez separadas la prostitución de la trata, hay un leitmotiv que todos deberíamos grabarnos en la mente: que las opciones no te gusten no significa que no haya elección.

Entre las opciones - a voz de pronto- estaban: entrar de becario en una empresa con periodo de prueba de 3 meses, no remunerado hasta pasado el periodo de prueba; un anuncio de empleada del hogar interna, 7 días a la semana, con un sueldo bruto de 400€; 2 meses de periodo de prueba y contrato a partir del 3º mes; carterista, artista callejera, niñera (sin contrato, por supuesto), captador de socios para esas tan valiosas ongs que tanto hacen por que sus directivos cobren un sueldazo y a los demás que les den... Seguir insistiendo en los veinte mil puestos de trabajo en los que ya había presentado candidatura hasta que la cojan por pesada... (pasaré por alto las opciones menos legales) Ah!, y meterse a puta; aunque parece que sí que le quedaba otra.


¿Opciones? Claro que las hay. ¿Que son opciones de mierda? Pues la mayoría sí, otras incluso peores. También queda la de joderse y aguantarse como hasta ahora; sobrevivir como se pueda, recurrir a familiares y amigos, y un largo etcétera.


No se trata aquí de que esté animando a nadie a meterse a puta. Quienes me conocen saben que jamás lo haría: bastantes somos ya y no necesitamos más compentencia ;-)   Bromas aparte, no se trata de animar a nadie, pero sí de ser conciente de que muchas veces, cuando se dice "no me queda otra" realmente se quiere decir "es la opción que menos me disgusta".

No siempre hay una opción buena; una que nos guste y que se adapte perfectamente a nuestros sueños y ambiciones inmediatos -y a poder ser, que nos requiera el mínimo esfuerzo- Sin embargo, argumentos como el "no me queda otra" , sólo ayudan a quitar capacidad de decisión a las personas. Las victimiza de una forma sutil, pues a la par que las reprueba las justifica; jugando con la culpa y la vergüenza que pueda sentir alguien que no haya tenido la oportunidad  -o que todavía esté en proceso- de empoderarse. Porque cuando justificas las acciones o las decisiones de alguien, en gran parte estás reforzando la idea de que deben ser justificadas; de que no están bien; no son "normales".

Tenemos que reconocer que la mayoría no tenemos la voluntad ni los conocimientos para salir del sistema y vivir completamente al margen. De vez en cuando, nos sorprende algún artículo hablando de tal o cual persona que lo dejó todo para ir a vivir al quinto coño, sin dinero y sin tecnología. Y aunque guardo ciertas dudas sobre la viabilidad de hacerlo; debo decir que admiro a quienes son capaces de llevar a cabo sus proyectos de esa forma. Pero para muchos es una opción tan alejada de nosotros y tan extraña, como para otros puede ser nuestro oficio.


No todo son luces, servicios rápidos y bien pagados con clientes de ensueño. No todo el mundo lo lleva bien, y buena parte de la gente del oficio lo considera temporal, y quiere salir cuanto antes. Otros, otras, no queremos -personalmente, lo echo mucho de menos- Pero añadir, con ese tono condescendiente y paternalista, "no le queda otra" no ayuda en nada, a nadie. Salvo tal vez a esas células abolicionistas, que lejos de preocuparse de nosotras y de las víctimas de trata -insisto, estamos en situaciones diferentes- se preocupan casi en exclusiva de reforzar todo tipo de prejuicios sobre nosotras, nos ignora a nosotros, y juegan con culpas y vergüenzas que ellas mismas han inventado para vivir a nuestra costa.

Se dice, que el camino al infierno está asfaltado de buenas intenciones (más o menos... siempre destrozo los refranes, así que no os riáis mucho!). Bien, puedo entender que detrás del "no le queda otra" muchas veces se esconde una buena intención, pero no es la forma de hacerlo.

 Cuando te preguntan al respecto; ves que esperan que contestes "porque no me quedó otra", esperan que trates de justificarte en cierto modo; de quitarte "culpa". Personalmente siempre contesto lo mismo: porque puedo. No es chulería...  bueno, un poco. Pero es la verdad: puedo hacerlo, porque lo he decidido, porque responde a mis espectativas económicas tanto por cantidad como por plazos de pago (es dinero rápido, no es dinero fácil, pero sí que es dinero rápido); porque no me crea ningún tipo de conflicto moral para conmigo mismo; porque lo vivo bien, porque de todas las opciones que tenía esta era la que más se ajustaba a mis necesidades y la que mejor encajaba con mi modo de vida.

Sí, fue por dinero (¿Y quién no?) Y sí, fueron por las putas circunstancias por las que empecé, y por las mismas putas circunstancias por lo que volví después de unos años fuera del circuito. Pero no fue porque no me quedaba otra. Fue porque yo elegí esa opción. De entre todas las que había.




PD: Gracias a mi amiga N., que no se si leerá este artículo y si se reconocerá en él, por haberme puesto a pensar de nuevo. Gracias por su honestidad y por los apasionados debates que mantenemos de vez en cuando sobre feminismos. Espero que sepa perdonarme por haber sacado un poco -mucho, muchísimo- de contexto un comentario jocoso para tratar de hacer una reflexión en este espacio. Desde aquí, un beso y un abrazo.

PD2: Ah! y no te metas a puta... que somos muchas!

PD3: bueno, si lo haces, avisa... te daré un par de webs con algunos consejos que debes tener en cuenta. La seguridad es lo primero ;)