29/11/13

Primera Parte: Enajenación mental, estrés postguardia, o síndrome del timbrazo agudo...

Primera parte


Bueno, ya está hecho. Sobreviví! 

Bien que mal, he superado mis 7 noches seguidas en el hospital. Se dice pronto, pero han sido siete noches de las que no se olvidan: gente en estado crítico, inestables; que requieren de toda tu atención, de la del médico y para la que te faltan manos para hacer cosas y piernas para hacer kilómetros y kilómetros de pasillo en busca de tal aparato, o de tal medicación.

 No se supone que el blog vaya dirigido exclusivamente a gente que trabaja en el hospital (de hecho, no va dirigido exclusivamente a nadie) así que no entraré en detalles técnicos; pero hacer una cosa con cada mano mientras discutes con el médico por teléfono y tratas de comunicarte con tu compañera, al mismo tiempo, de punta a punta de pasillo... es toda una experiencia. Seguro que más de un Ama de Casa entiende a lo que me refiero cuando hablo de pasarse horas haciendo mil cosas a la vez, cuando la menos importante de todas es vital, y todas las demás aún más urgentes. 

Con todo esto, por supuesto, no pueden faltar los pacientes que están "no tan graves como para no poder llamarte". Entendámonos: no porque una persona sea capaz de llamar al timbre está bien. Y tampoco significa que vaya a ser más comprensiva, ni más paciente. Por supuesto, tienes que ir, y vas. Y atiendes, y vuelves al principio, y sigues por donde ibas... Y las nueve horas de la guardia se te han pasado, y no te has parado ni para ir al baño. No digamos ya cenar, o beberte un café (tampoco es que haya tenido tiempo de tener sueño). 

Luego llegas a casa; el mundo sigue girando y tienes tus cosas que hacer. Tienes, también,  el maldito pitido de las alarmas y de los timbres metido en la cabeza. Y cuando por fin de acuestas, sueñas con paciente tal o con el paciente cual, con los monitores, con las familias que llaman preocupadas a las 4 de la mañana porque no pueden dormir. Y es tan sólo una semana más, dentro de los -al menos- 45 años de trabajo que tienes por delante. Ni siquiera es la peor de todas hasta ahora. 

Y nadie se lo plantea. Porque es tu trabajo, y son gajes del oficio. Y al fin y al cabo, tú elegiste trabajar de ésto, y sabías dónde te metías (y ya te digo yo: ¡y una mierda! Cuando acabas los estudios, no tienes ni puta idea de dónde te estás metiendo y de hasta que punto tu profesión será como es. Ni tú, ni nadie). Y en algún momento, si los vientos son propicios, todo el mundo reconoce que las enfermeras son capaces, y fuertes, y que tienen capacidad de juicio y decisión y que conocen bien a la gente. Y que aprenden a manejarse en situaciones en que otra mucha gente se sentiría desbordada.

Y... AY! DE QUIEN TENGA LA DESGRACIA DE DECIR que están traumatizadas, que sufren un estrés constante que nubla su capacidad de juicio. Pobre criatura desgraciada, la que diga que por ser mayoritariamente mujeres, las enfermeras -tanto las que conservan la ilusión del primer día; como las que están cansadas, quemadas y hartas del trabajo- deben ser guiadas y tuteladas; que sus decisiones tienen menos valor que las decisiones de otras. Las enfermeras no están alienadas. Se les reconoce, socialmente hablando, una dignidad laboral que va pareja con la dignidad personal. Aunque a veces nos pasemos las horas entre mierdas (heces), meados, y otros fluidos corporales; no hay lugar a debate sobre la dignidad de nuestro trabajo. Y me parece fantástico que nadie lo ponga en duda. A pesar de todo, nadie se extraña que pueda decir que me gusta mi trabajo. Hay quien admite, con un cierto tono de reconocimiento, que "yo no podría hacerlo".

Y sin embargo, cuando hablo de mis clientes y de mi trabajo como escort; todo cambia. Mi palabra no tiene valor cuando digo que me lo he pasado bien, que me gusta mi trabajo. Mi trabajo es tachado de indigno, y por lo tanto se acaba asumiendo que no tengo dignidad, por ejercerlo. Mi capacidad de juicio y de decisión quedan puestas en entredicho y el "yo no podría hacerlo" adquiere otros matices... 

No se quién se supone que decide qué es tan estresante  como para considerar a alguien "enajenada" o no; pero debería salir de su despacho, ir a la calle y hablar con nosotros. También podría ir a hospitales, colegios 
(algunos), parques de bomberos, juzgados (los de lo penal, los de familia y los de menores tienen fama de ser especialmente relajantes) y ver cómo se vive el día a día allí. Al final, después de su ruta, podría ir a un psicólogo o psiquiatra para que le expliquen cuál es su problema. Porque está claro que tiene un problema a la hora de valorar el estrés, sin olvidar sus tabús con el sexo, ni su complejo de mesías por querer ir salvando a quienes sólo queremos que nos dejen trabajar en paz. 




22/11/13

Porque mi día a día merece ser contado


Echo de menos el curro...

Es extraño, y muy complicado de entender. Supongo que resulta casi imposible para mucha gente plantearse que alguien pueda hacer una afirmación como esta. Pero es la pura verdad. Siempre me pasa; cada vez que lo dejo, al cabo de un tiempo lo echo de menos. Entonces me planteo volver. Y hasta ahora, siempre que he vuelto ha sido con ganas, dando mejores servicios y de más calidad. 

Para aquellos que no me conozcáis, os diré que me llamo Juanjo - Juan José- y que cuando hablo del curro, hablo de mi trabajo como puta. Sí, así, tal cual: puta. Si os suena violento dicho así, podéis decirlo como os sea más conveniente: escort, chapero, chico de compañía, cashmaster, chico prepago... ya hablaré más adelante de todo eso y de las diferencias entre un término y otro. Hoy no toca. 

Hoy toca empezar este proyecto, que lleva un tiempo rondándome la cabeza. Y lo empiezo un viernes por la tarde, cuando todavía tengo la marca de la almohada en la cara de la siesta de casi una hora que me acabo de pegar. Hoy empiezo la semana de noches. Siete largas noches por delante, en el hospital. Antes de que las mentes calenturientas empiecen a divagar, diré que además de puta, soy enfermera. 

Así que mala suerte, no habrá ninguna escena morbosa, ni relatos de enfermeras calientes que cumplen los clichés de peliculas porno que ya conocemos.

No podréis acusarme de que el título del blog lleva a engaño. Aunque supongo que la cabra tira al monte y que cada cual se imagina lo que quiere. O lo que puede. 

Hablaré simplemente de mi día a día. Tan normal y a la vez tan inusual como es; de mis puntos de vista, de mis experiencias, de temas de interés social, del activismo, y por supuesto del puterío. Me comprometo a ser honesto, aunque no siempre seré políticamente correcto. Me comprometo a ser polémico, aunque no será con otro afán que el de exponer mi punto de vista. Y por supuesto, me comprometo a plantearme y a replantearme cada punto de vista siempre que haga falta. Os agradezco que leáis y comentéis...